VIRUS Y BACTERIAS, CAPACES DE SECUESTRAR





Imaginate virus y bacterias como secuestradores de las células humanas.

Virus como los del herpes, bacterias como la clamidia y micoplasmas tienen el privilegio y la inteligencia de conseguir secuestrar el metabolismo de las células humanas para utilizarlo para su propia sobrevivencia y proliferación.  En el autismo se ha encontrado evidencia de infecciones virales y bacterianas activas aún cuando el chico no presenta síntomas obvios.

Muchos padres han notado mucha mejoría en sus hijos al administrar hierbas o protocolos específicos que combaten estas infecciones, sin embargo hasta ahora, no se ha encontrado un abordaje que nos lleve a la resolución permanente de este grave problema.

He venido hablando de la autofagia comprometida en el autismo.  La autofagia es un mecanismo absolutamente necesario para degradar virus y bacterias y evitar que estas hagan de la célula su hogar y robe de nutrientes al organismo al apoderarse del metabolismo celular.  El administrar hierbas tiene un efecto temporal pero no definitivo pues los patógenos que habitan la célula evaden el sistema inmunitario y los tratamientos antibacteriales o antivirales.  La autofagia fracasa pues no se activa.
Un abordaje realmente efectivo tendría que incluir activadores de la autofagia, además de antivirales y antibacteriales ya sea naturales o con supervisión medica, de prescripción.   Desafortunadamente, ni los medicos DAN/ARI o naturopatas están actualizados ni se sumergen en la investigación dejando varias cosas importantes sin tratamiento, como ejemplo, la autofagia comprometida en los TEA como un paso necesario y clave para la progresiva resolución de infecciones intracelulares.

Leamos un poco más…


Neurodegeneración

Cada vez aparecen más evidencias que demuestran que existen alteraciones en los procesos de autofagia en muchas enfermedades neurodegenerativas. A continuación nos centraremos en enfermedades en cuya patogenia ya se ha demostrado una relación con la autofagia.

La autofagia ocurre a nivel basal y es clave para llevar a cabo el “control de calidad” intracelular. La demanda de autofagia basal depende del tipo de tejido. Es especialmente necesaria en tejidos en los que las células no se dividen tras la diferenciación como es el caso de células hepáticas, neuronas o miocitos. Los requerimientos de autofagia son aún mayores en los estados de enfermedad. Estudios recientes demuestran que la degradación de proteínas mutadas que se generan en muchas enfermedades neurodegenerativas es muy dependiente de la autofagia. Entre ellas las proteínas conteniendo secuencias de poliglutamina causantes de enfermedades como el Huntington o la ataxia espinocerebelosa y las formas de alfa-sinnucleina que causan el Parkinson familiar. La autofagia mediada por chaperonas también participa en la degradación de la alfa-sinnucleína pero las formas mutadas bloquean el receptor lisosomal inhibiendo este tipo de autofagia. Esto resulta en un aumento compensador de la macroautofagia que hace que las células sean más sensibles al stress.

Los experimentos disponibles demuestran que la autofagia es beneficiosa en la prevención de la neurodegeneración pero aún hay puntos por aclarar en los mecanismos de esta prevención. Una hipótesis propone que la autofagia elimina agregados de proteínas y cuerpos de inclusión de una manera directa. Un posible mediador de esto podría ser p62/sequestosoma-1.

En la enfermedad de Alzheimer se han observado alteraciones en los procesos de autofagia. Una hipótesis propone que existe un flujo alterado en el proceso autofágico. En las neuritas distróficas que aparecen en el Alzheimer parece producirse una acumulación de estructuras de tipo autofagosomas que no acaban de madurar hacia autolisosomas, porque no se unen a lisosomas. Además el amilode beta (Abeta) puede producirse en estas estructuras ya que contienen las proteasas necesarias para su producción en los restos de retículo endoplásmico secuestrado que contienen.

Es razonable pensar que la autofagia es una prometedora diana terapéutica para algunas enfermedades neurodegenerativas. Así, se ha demostrado en modelos en Drosophila y ratón que la estimulación de la autofagia mediante inhibidores de la proteína TOR protege de la neurodegeneración que se produce en los modelos de enfermedades por poliglutaminas.

Inmunidad innata y adaptativa

La eliminación de organismos intracelulares similares a organelas celulares es un reto para las rutas degradativas que sólo puede afrontar la autofagia. La misma maquinaria de la autofagia se utiliza también para la degradación de microorganismos intracelulares denominándose este proceso xenofagia. Recientes estudios parecen indicar que la autofagia es también muy importante para suministrar material antigénico de patógenos al sistema inmune innato y adaptativo.

La diana de la xenofagia pueden ser bacterias extracelulares que invaden el espacio intracelular, bacterias y parásitos citosólicos, fagosomas, vacuolas que contengan patógenos o viriones recién sintetizados que invadan el citoplasma celular. La xenofagia está aún menos estudiada que la autofagia clásica y así, por ejemplo, no se sabe aún si las membranas que engloban a los microorganismos tienen una biogénesis similar o diferente a la de los autofagosomas, o qué mecanismos gobiernan el reconocimiento de los microbios por la maquinaria autofágica.

La autofagia se requiere para que los ácidos nucléicos alcancen los receptores endosómicos TLR-7 y para que ciertos antígenos virales sean presentados por clase II. La interrelación entre sistema inmune y autofagia es bidireccional ya que también mediadores tanto de la inmunidad innata como de la adaptativa estimulan la autofagia. Algunos patógenos han desarrollado distintas estrategias para escapar de la autofagia. Algunos modulan las rutas de señalización que regulan la autofagia o bloquean el tráfico vesicular que lleva a la fusión con lisosomas. Un ejemplo de la importancia de la autofagia en la defensa antiviral es la necesidad de que se produzca un bloqueo de la proteína beclina 1, clave en la autofagia, por parte de una proteína producida por el virus del herpes para que se produzca la encefalitis por herpes simple.

La autofagia también parece ser importante en el mantenimiento de la homeostasis de las células T, que es central en el establecimiento de la tolerancia periférica y en la prevención de la autoinmunidad. Estudios de asociación realizados a escala de genoma han demostrado que existe una asociación de los genes ATG16L1 y GTPase IRGM con la enfermedad de Crohn, lo que indica la importancia de la autofagia en el establecimiento de enfermedades autoinmunes.

Referencias:





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